Mereció la pena esperar seis horas y pico de carrera infumable para ver el último kilómetro y en el a Fabien Cancellara reventando a todos los esprinters y a sus equipos y en un alarde de fuerza bruta ganar la carrera. Está pletórico el campeón del mundo de contrarreloj y ayer nos deleitó con una pequeñísima crono de un kilómetro como si de un pistard en persecución se tratase, sin levantarse del sillín salvo en los cincuenta últimos metros moviendo un desarrollo exageradamente alto.
Eso si, hasta llegar aquí 235 kilómetros de peñazo, a una media de treinta y pocos kilómetros a la hora. Nunca había visto esto en el Tour. Te lo puedes encontrar en cualquier otra carrera, pero no en el Tour. Parece que los corredores, sin acuerdos previos decidieron que ellos SI deben mirar por su salud, y que es bastante contraproducente someterles a etapas de mas de 230 kilómetros, y máxime cuando a muchos de ellos les habían levantado a las seis de la mañana para controlarles la sangre.
La UCI y los organizadores de carreras como el Tour no se cansan de hablar y hablar de la salud de los corredores y, creyéndose ellos mismos sus mentiras, se consideran los primeros a la hora de velar por esa salud, pero no se puede velar por la salud de una persona limitando sus horas de descanso para la extracción de sangre o con jornadas maratonianas de kilometrajes excesivos.
Los corredores ayer plantaron cara a la UCI y al Tour. No es la mejor manera de hacerlo para los aficionados, pero es una manera al fin y al cabo.
El "plantón" de ayer responde también a otra máxima en la carrera francesa: ya no hay entre los participantes un corredor dominante y un equipo capaz de someter a sus caprichos al resto del pelotón. En la época de Armstrong no se concebía una etapa como la de ayer, porque el yankie y su equipo controlaban cuando y como querían la carrera. Bienvenido sea un Tour loco, que aunque hayamos tenido que soportar un bodrio de seis horas y pico, vendrán días de ataques sin que nadie sea capaz de poner orden y eso lo agradezca el espectador. Un Tour como el del año pasado, pero con mas alicientes aun.
Eso si, hasta llegar aquí 235 kilómetros de peñazo, a una media de treinta y pocos kilómetros a la hora. Nunca había visto esto en el Tour. Te lo puedes encontrar en cualquier otra carrera, pero no en el Tour. Parece que los corredores, sin acuerdos previos decidieron que ellos SI deben mirar por su salud, y que es bastante contraproducente someterles a etapas de mas de 230 kilómetros, y máxime cuando a muchos de ellos les habían levantado a las seis de la mañana para controlarles la sangre.
La UCI y los organizadores de carreras como el Tour no se cansan de hablar y hablar de la salud de los corredores y, creyéndose ellos mismos sus mentiras, se consideran los primeros a la hora de velar por esa salud, pero no se puede velar por la salud de una persona limitando sus horas de descanso para la extracción de sangre o con jornadas maratonianas de kilometrajes excesivos.
Los corredores ayer plantaron cara a la UCI y al Tour. No es la mejor manera de hacerlo para los aficionados, pero es una manera al fin y al cabo.
El "plantón" de ayer responde también a otra máxima en la carrera francesa: ya no hay entre los participantes un corredor dominante y un equipo capaz de someter a sus caprichos al resto del pelotón. En la época de Armstrong no se concebía una etapa como la de ayer, porque el yankie y su equipo controlaban cuando y como querían la carrera. Bienvenido sea un Tour loco, que aunque hayamos tenido que soportar un bodrio de seis horas y pico, vendrán días de ataques sin que nadie sea capaz de poner orden y eso lo agradezca el espectador. Un Tour como el del año pasado, pero con mas alicientes aun.
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